Esta semana, por fin, retiré la última venda que cubría mis ojos. El proceso que comenzó en diciembre ya ha terminado y ha empezado uno nuevo. Todo el camino recorrido, tanto dolor, tanto sufrimiento... han tenido un sentido. El crecimiento personal duele, pero cuando acaba te hace sentir en paz. Y no pudo decir que no esté triste, porque lo estoy. Estoy viviendo una de las peores épocas de mi vida; pero estoy por fin tranquila y en paz.

Mi marido tiene todavía que retirar su venda. Él se la quita y se la pone continuamente porque le aterroriza el fracaso. Le aterroriza sentir que ha fracasado en todo en esta vida. Pero ya le digo yo que no. Que es un gran hombre, una gran persona, un padre maravilloso, un amigo leal y divertido; es un trabajador incansable, perfeccionista, con una entrega absoluta, alguien que hace bien hasta lo desagradable y no le asusta. Sólo tiene que creérselo todo. Y creerse que siempre estaré a su lado, pase lo que pase. Que siempre tendrá a sus hijos, que mi casa la tiene abierta para lo que quiera, que sus hijos siempre tendrán a su padre y que yo me encargaré de que no sólo no le olviden, sino que disfruten de él y de su compañía. Que sepan que sus padres se quisieron mucho y aún se quieren, pero que no pueden continuar como pareja y no es bueno empeñarse en un imposible.
Todavía podemos ser felices, darnos una segunda oportunidad. La vida nos la brinda ahora y sólo tenemos que aceptar lo que viene con serenidad y entusiasmo. Y seremos capaces, porque siempre lo hemos sido.
Te quiero, amor mío. No lo olvides jamás.
No se me ocurre nada que decir que pueda mitigar ni la tristeza ni el dolor que sientes. Tan sólo que os deseamos lo mejor del mundo de todo corazón.
ResponderEliminarLo se, guapisimo. Seguimos en la lucha!
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