martes, 29 de mayo de 2012

El amor

Este fin de semana he estado en la boda de una de mis íntimas amigas. Ha sido una boda memorable, en la que nos reencontramos todas las niñas con parejas e incluso hijos y puedo decir que lo hemos pasado estupendamente. Ha sido un chute de energía positiva que todas necesitábamos, una sensación enorme de volver a casa. Nos hemos puesto al día de nuestras cosas, desnudando sentimientos y retomando el espíritu de esa amistad que está ahí para todo y por encima de todo, que no se rompre, sin fisuras, que da y recibe en igual medida. La boda me ha hecho replantearme muchas cosas, sobre todo lo cambiante que es la vida en general y todo lo que es capaz de permanecer en particular. Y lo que es mejor... que hemos cambiado mucho pero, en lo esencial, seguimos siendo las mismas.

Tengo un grupo de amigas estupendo. Hace 6 años asistimos a la primera boda de una de ellas y este sábado iba acompañada de su nueva pareja. Se les rompió el amor, como viene diciendo la canción. No sé si de tanto usarlo o de no usarlo nada. Y hubo un momento, en medio de la misa, en que el cura hablaba del compromiso, la fidelidad, que todo es maravilloso, que los problemas se solucionan si está Dios... y una es creyente, pero hay cosas que le superan. Mi marido, que es muy caustico, se gira y me dice: "pero qué sabrá éste del amor de una pareja, si los curas no se casan". Me dio la risa. Porque ahí estaba yo, con mi amiga la separada a la izquierda y su novio nuevo, con mi marido a la derecha con el que las hemos pasado de todos los colores en 6 años de matrimonio y 3 de novios, con mi otra amiga casada por lo civil felicísima con su segundo hijo en el carro.... en fin, que las miraba a todas, con los ojos del cariño y me decía.... somos 10 y cada una de su padre y de su madre, con su propia mochila a las espaldas y cómo las quiero a todas. Y ese, ese es el verdadero amor. Porque al final, y analizando mucho, lo que importa es lo a gusto que te sientes con las personas y el saber que las importantes ocuparán siempre un lugar en tu corazón. Porque hay tantas formas de amar como personas somos en el mundo.

Me sorprende ver cómo tengo tanto hueco en mi corazón. Últimamente voy rellenando huequitos que pensé que ya no existían, pero mira, ahí están. Será que es un miembro elástico. He incorporado a nuevas personas, algunas de las antiguas en su momento se fueron, pero he de decir que son pocas las que abandonan completamente su sitio dentro de mi. Podrá ese amor transformarse, madurar e incluso cambiar, pero en general, a quien quiero y a quien he querido, permanece siempre ahí, donde yo pueda encontrarlo. Lo que sí que he comprendido es que efectivamente el amor no es egoísta, ni posesivo; el amor es justo lo contrario a eso. Y cuanto más comparto al objeto o sujeto de mi amor, más contenta me siento, porque así los demás pueden disfrutar de él en la misma medida en que lo hago yo, aunque sea de forma diferente. Asimismo, no soy posesiva con quien quiero por lo mismo. Pretender que esa persona esté sólo a lo que yo digo, quiero o hago es un absurdo. No me gusta que me lo hagan a mi, luego no puedo hacerlo con los demás. La posesión del objeto o sujeto amado nace de la inseguridad de no sentirnos lo suficientemente valorados por el otro o queridos por el otro. Pero si estamos seguros de que el otro nos quiere, sabremos que siempre estaremos en ese huequito de su corazón, igual que él está en el nuestro. Y es único e insustituible en su esencia.

Todo esto lo he comprobado hace poco, pero el simple hecho de constatarlo me ha hecho más libre y más feliz. Así que a todos los que por una u otra razón se alejaron, decirles que su lugar dentro de mi sigue estando, que permanecen conmigo. Que sólo tienen que llamar cuando quieran, que mi amor por ellos resulta indemne al paso del tiempo. El poso que dejan o han dejado es lo que me guardo para mi.

Así, me despido con una frase de las que más me gustan: a quien quiera entender, que entienda.

viernes, 25 de mayo de 2012

Mus

Relato escrito al alimón entre Miss Little Evil and moi

Irene

La típica tarde tonta de primavera tardía, esas en las que el calor empieza a apretar y no sabes qué ponerte porque aún tienes ropa de invierno en el armario. Jueves tarde, fiesta al día siguiente, toda la noche por delante, y ninguna gana de quedarme en casa.

En un momento, la pantalla de mi móvil se cubrió de whatsapp con distintas ofertas. Una de ellas me gustó, sonreí, y contesté. Y sin dejar de sonreir, busqué a Vero para mandarle yo uno a ella:

-    Vienes a casa a cenar, y luego a  tomar algo?

Ella no tardó ni 5 minutos en contestarme que estaría a las 22:00 en mi casa. Yo le respondí que no tardara, que tenía unas ganas locas de salir por ahí  y ella me dijo, bromeando, que qué me pasaba, que si tenía ganas de cachondeo, a lo que yo le respondí que todas las del mundo o más.

Mientras llegaba Vero, me duché y comencé a elegir la ropa que me iba a poner. Como hacía mucho calor, busqué en el armario un vestido de verano de tirantes finos, escote bastante profundo y corto por encima de la rodilla negro y unas sandalias de tacón alto. Aún tenía el pelo un poco mojado, y estaba envuelta en la toalla húmeda.

Iba a ir al cajón de la ropa interior a escoger
la que me iba a poner, y tenía en mente algo de color negro, al igual que el vestido cuando sonó el timbre de la puerta. ¿Quién coño sería a esas horas? Joder, que inoportuno… Fui a ver quien llamaba, miré por la mirilla y vi en el descansillo a mi vecino Antonio, un tipo agradable y educado, que está tremendo, con el que tengo animadas conversaciones en el ascensor y en el pasillo cuando a veces me ayuda a meter la compra en casa. La idea de abrirle la puerta en toalla me daba algo de vergüenza, pero también me producía algo de calor entre las piernas. Abrí despacio, sujetandome la toalla con la mano…

-    ¡Hola! – me saludó
-    ¿Qué tal, vecino? – le respondí yo. Por un lado, me venía bastante mal que viniera justo en ese momento, pero por otra parte, no podía dejar de mirarle. Lo cierto es que está para hacerle un favor – o dos-
-    No te lo vas a creer, pero acabo de venir del gimnasio y… - sus ojos no se despegaban de la toalla, de mi mano y de mi mirada…
-    Y… - le devolví la mirada. No tendria que haberle seguido el rollo, pero alli estaba yo…
-    Y me iba a duchar y no tengo agua. He llamado a Averías y me han dicho que hay para largo.
-    Qué raro, yo me acabo de duchar…
-    No, es que es la mía sólo
-    Ah vale – vaya excusa más peregrina. Pero…¿para que? – ¿Y quieres que te la preste?
-    Me harías un favor enorme, vecina – “pues claro que te hacía el favor”, pensaba yo.
-    Para eso estamos, hombre. Pasa – le dije
-    Me he traído una toalla y demás, no te preocupes por eso. No quiero molestarte más de lo necesario.
-    Tú tranquilo. No te vayas a asustar, me acabo de duchar yo también, como habrás podido comprobar… - le dije, mirándole otra vez
-    Si, ya veo…
-    Pues…

Ahí hubo dos segundos en los que nos quedamos dudando, yo de acercarme más a él y él de avanzar por mi pasillo hacia el baño. Se quedó clavado en el suelo, y fue a aproximarse más a mí, pero yo di un pequeño paso para esquivarle discretamente. “¿Así que esas tenemos? Pues no va a ser tan fácil”, pensé.

-    El baño está dentro de mi dormitorio, bueno, qué tontería, en tu casa también, ¿no? Te dejo, yo estaré en el salón, si necesitas algo.
-    Vale, gracias – en su mirada había algo, un brillo de excitación, que casi me hizo sonreír y descubrir mi jugada, pero no. Quería jugar, ¿no? Pues iba a tener juego, y del bueno…

Fui al salón, me senté en el sofá, cogí mi móvil y puse a Vero sobre aviso de la situación:

“Vero, vente preparada para jugar fuerte”

Antonio

El agua caía lentamente sobre mis hombros, doloridos de las pesas que ese día había hecho en el gimnasio. Notaba mis músculos tensarse con cada movimiento de los brazos, extendiendo el jabón, retirándolo. Las perspectivas de esa noche no podían ser mejores: había jugado a grande y en el envite, creía llevar 4 reyes. “Esta noche cae Irene por mis cojones, aunque tenga que follármela a la fuerza. Y me da que no haría ascos, la muy puta, tiene cara de golfa cuando me mira”. Menuda erección tenía ya… es que me reventaba la polla sólo de pensar en tirármela, agarrándola fuerte del pelo, inmovilizándola, para que se le quitaran las ganas de jugar cada vez que nos veíamos por el bloque.

Salí de la ducha y me puse los vaqueros que llevaba y una camisa azul clarita entallada, sin ropa interior. Las zapatillas completaron el look, que acompañé con un golpe de colonia y mi pelo despeinado y húmedo. El espejo me devolvió un ok gigante. “Esta noche va a ser memorable”

Salí del baño con la ropa en una bolsa y las gotas de agua todavía cayendo de mi pelo. Y de repente, la sorpresa. No sé en qué momento la tía buena de mi vecina se había convertido en 2. “Joder, qué suerte!! Es que encima la otra está follable del todo, qué morbazo!!” Ahora ya no podía contener a mi polla, que iba por libre suelta como estaba dentro de los pantalones.

-Ya estás listo? –me dijo Irene.-Mira, te presento a mi amiga Vero. Ha venido a picar algo conmigo y pretendíamos beber también un poco. Te apuntas?
“Cómo no, joder” pensé. Menudo planazo. Sólo de pensar en esos 2 pivones de rodillas comiéndome la polla a mi antojo me ponía malo. “No puedes poner el piloto automático todavía, aún no”.

-Si no os importa…. La verdad es que no tenía plan y no me puede parecer uno mejor que estar aquí tan bien acompañado-

La comida y la bebida, sobre todo la bebida, empezaron a correr en un momento. Procuré no beber mucho, pues quería disfrutar plenamente de lo que se avecinaba. Las iba a someter a mis deseos y ellas iban a estar encantadas de que así fuera, lo veía, lo intuía. Y les propuse jugar… porque sabía que era mano, que (la) llevaba grande y (ellas y yo éramos buenos) pares y el juego admitía un órdago (a mi favor). Así que corté el mus por la mano y me dispuse a envidar.

-Os apetece jugar a un juego?- les dije, consciente de mis posibilidades. –Tengo uno muy bueno…. Ponemos canciones en el Spotify y hay que adivinar canción y grupo. Si se adivina, pide prenda el adivinador. Si no, el que ha puesto la canción- (con mis conocimientos musicales, lo tenía hecho) Y ella, para mi sorpresa, accedieron.

Vero

A este machito le íbamos a poner en órbita. Irene y yo nos miramos cándidamente, con una mirada cargada de significado para nosotras.

-Dale. Juguemos. Empiezo yo, que tengo una canción que no se me va de la cabeza. Para Antonio- y puse “Nothing else matters”. Obvio, perdí y me tuve que quitar la blusa. Antonio eligió una canción completamente desconocida, como ya esperábamos que hiciera, así que Irene se deshizo de sus sandalias. 20 minutos más tarde, el juego iba según lo previsto, nosotras sólo en tanga y Antonio prácticamente vestido. En la última jugada, Irene estaba completamente desnuda y me tocaba a mi poner canción. Ricé el rizo…. “One life “ de Epicure y Antonio perdió. Y siguió perdiendo, una y otra vez….

Su cara era un poema. 15 minutos más tarde estaba tan desnudo como Irene y completamente desconcertado. Y yo, con mi tanga negro, me quise cobrar mi última prenda.

-  Uy, Antonio, con lo bien que ibas….. Ahora estás a mi merced, así que estoy pensando que te voy a atar a esa silla, para que disfrutes de lo que has perdido esta noche.

Antonio estaba que no daba crédito. Entre Irene y yo le atamos a una silla, bajamos las luces y nos olvidamos de él.

-  Ves, amiga? Al final, le cazamos…. Le hacemos sufrir?– y ahí empezó el verdadero juego… Antonio había ido de farol y habíamos ganado el mus en la última mano, con un órdago al juego que con 31 era difícil de perder.

Irene y yo, divertidas, empezamos a acariciarnos en el sofá. La excitación no tardó en aparecer…Las manos expertas de Irene acariciaron mis costados y yo me eché hacia atrás para que me besara el cuello, con sus besos húmedos y calientes. Le agarré el trasero y la atraje hacia mi, quedándonos frente a frente. La mirada en ambas era febril. No podía esperar a besarla y cuando lo hice, la urgencia de mi deseo se completó con la suya. Cuando metí mi mano entre sus piernas y descubrí que estaba empapada le sonreí y miré a Antonio, que tenía una tremenda erección y luchaba por soltarse de sus ataduras. Masturbé a Irene con maestría y ella, como siempre hacía, jadeó para mi. Se dejó reclinar en el sofá para que accediera a su coño con mi ávida lengua y me esmeré como nunca, tanto, que se corrió en seguida llamándome cabrona.

Me levante y, mirando a Antonio, limpié mi boca llena de los jugos de Irene con el dorso de mi mano. Mi cara de puta le dejó clavado más de lo que estaba y empezó a jadear. Me acerque lentamente hacia él, sin dejar entrever mis intenciones. Acaricié su brazo con un dedo, subiendo hasta su hombro. Cuando llegué a la nuca, le agarré fuerte del pelo y, desde detrás, incliné su cabeza a un lado para que me dejara morderle el cuello, como si de una vampiresa se tratara. Y le susurré: “ Y ahora? Ahora qué, mi querido Antonio? Quieres seguir jugando? No tienes muchas opciones, pues estás en nuestras manos… y me voy a cobrar la prenda. No lo sabes tú bien”. Él gimió profundamente, presa de una violenta excitación.

Irene, que sabía jugar al juego mejor que nadie, se acercó a Antonio y, arrodillada, empezó a comerle la polla. Mientras, yo tenía su cabeza echada hacia atrás, agarrado del pelo y le iba diciendo: “como salga un solo ruido de tu boca, le digo que pare… No querrás que eso pase?” Antonio estaba en trance y no podía ni hablar. “Así me gusta, mi juguete, mi cazador cazado….” Y justo en ese momento, Antonio le llenó la boca de semen espeso y caliente a Irene.

Era nuestro juego, así que me coloqué frente a Antonio e Irene, que me conoce, me besó profundamente compartiendo conmigo la leche que acababa de recibir en su boca y que guardaba para mi. Nos devoramos mientras tragábamos todo, sedientas, y escurría una parte por nuestras comisuras, resbalando hasta los pechos, que pellizcamos ansiosas.

Cuando me giré para mirar a Antonio, no me sorprendió verle empalmado de nuevo. Me llevé el dedo índice a los labios, para mandarle callar con un “sshhhh” y con mi cara de zorra. Él no dijo nada, no podía decirlo aunque quisiera, estaba completamente estupefacto y cachondo.

Antonio

“La hostia puta con las 2 crías!!!!!” pensé. Me habían ganado de farol y en mi propio terreno!!! Estaba cachondísimo, tanto, que haría lo que me pidieran. Así que cuando Vero se levantó y, desatándome, me dijo que el juego no había hecho más que empezar, supe que había vuelto a perder, pero esta vez no me importó lo más mínimo. “menuda noche!!!” iba pensando, mientras seguía a las 2 mujeres desnudas al dormitorio….

Gran relato, Diablilla!!! cuando quieras, repetimos....

jueves, 24 de mayo de 2012

Juguete roto

No sé cómo he llegado allí. No lo recuerdo. Intento adaptar mis ojos a la habitación en penumbra pero sólo veo bultos. Y ese olor.... a ambiente cargado, a sudor, a sexo. Intento respirar ese ambiente viciado pero no lo consigo, así que abro la boca, como un pez, para llenar mis pulmones de una sola bocanada. Tengo el pelo húmedo pegado a la cara y a la nuca, las gotas de sudor recorren mi cuello y se deslizan por mi espalda. ¡Hace tanto calor! Intento retirar el flequillo y asustada, descubro que tengo las manos atadas por encima de la cabeza. ¡Claro! por eso me duelen tanto los brazos, por eso mis piernas no me sostienen. Estoy atada por las muñecas al techo y mis piernas logran a duras penas sostenerme. Sigo sin saber dónde estoy, cómo he llegado allí. Tengo la boca seca, a pesar de la humedad de mi cuerpo y me duele la cabeza terriblemente. Intento hablar pero no sale ningún sonido de mi garganta y empiezo a temblar de miedo.

Un ruido de pasos comienza a hacerse audible, rítmico y cadencial. Son pasos firmes y poderosos, seguros, que se aproximan a bastante velocidad. El ruido de una puerta me saca del estado de sopor en el que me encuentro y el haz de luz ilumina la estancia, dejándome entrever lo que me rodea. Una mazmorra. Una maldita mazmorra. El corazón se desboca y un aullido acude a mi garganta y allí muere, pues el sujeto que ha entrado en la habitación me ha agarrado del pelo y ha echado atrás mi cabeza. Está detrás de mi y siento su olor, el calor que desprende su aliento y su fuerza, su inmensa fuerza. Me muerde el cuello y con su mano libre agarra uno de mis pechos y lo estruja con fuerza. Mis pezones responden y se endurecen. Y entonces, me susurra en el oído con odio:

-"¿Quién es mi juguete?"- ante mi falta de respuesta, sigue hablando, escupiendo las palabras: "Tú, tú eras mi juguete. Un juguete roto, un juguete malo que no ha sabido jugar al juego que le correspondía. Y te voy a castigar por ello"

Desesperada, intento recordar lo que sea, lo que haya pasado para que haya despertado semejante ira en un hombre. El miedo me tiene paralizada y no noto que la puerta se vuelve a abrir y entra más gente en la habitación. El hombre sigue agarrando con fuerza mi pelo y mi pecho y yo siento la dureza de su polla contra mis nalgas desnudas y húmedas. Y de pronto lo noto, una lengua ávida se abre camino entre mis piernas y comienza a lamerme despacio. Siento que mi cuerpo va por libre y se excita, mojándose hasta el extremo por la situación, resbalando la humedad entre mis muslos acompañada de la saliva de quien me lame el coño. Lo hace con maestría, como si supiera cómo me gusta. Mi dueño retira la mano de mi pecho y, sin soltarme el pelo, busca la entrada de mi culo y ensarta 2 dedos ávidos, seguros y empieza a follarme con ellos con rudeza. Ahora ya no sé dónde estoy ni me importa. El contacto de otra lengua me hace estremecer. Esta vez son mis pezones, mis duros pezones. Y entonces hablo por primera vez.

-"Muérdemelos"- dice mi voz ronca, como de resaca. Y así sucede. Me muerde los pezones y siento los dientes clavándose en mi piel. El dolor me excita sobremanera y empiezo a jadear. 

-"Puta, ¿no te he dicho que eres mi juguete? ¿que has jugado mal y que te iba a castigar? y te atreves a pedir cosas... no aprenderás nunca"- y noto el primer azote. Mi dueño, mi amo, me azota repetidamente con la mano abierta, sin sacar sus dedos de mi culo, que a estas alturas está completamente dilatado. Me abre los cachetes del culo y me embiste con fuerza, haciéndome mucho daño. Grito de dolor, sintiendo fuego y él se ríe y sigue empujando con fuerza. Poco a poco el dolor va cediendo al placer, al tiempo que el hombre que está arrodillado frente a mi abandona su posición, coge mis piernas en volandas, se las pone en su cintura y me clava la polla en el coño. El placer es brutal. Estoy colgada del techo por las muñecas, en volandas, mientras 2 hombres me follan por delante y por detrás. Mis gemidos se hacen cada vez más fuertes y los 2 hombres se corren a la vez, en una explosión brutal de semen que me atora por completo.

Se separan de mi y se sientan, mientras mi amo le dice al tercer hombre: "Haz que se corra mi puta, que grite de dolor y placer, para que no se le olvide nunca este castigo".

El hombre se coloca detrás de mi e instintivamente muevo el trasero para buscar su polla. Él me agarra de las caderas, inmovilizándome y de repente, sin esperarlo, escucho un "zaaaaaas" y veo las estrellas. Un correazo! me quedo sin aliento y el hombre, inclinado sobre mi espalda, me dice cargado de ira: "¿Quién manda aqui, eh? ¿Quién?" al tiempo que me folla con su enorme polla. La situación me enardece y me corro escandalosamente, mientras el otro descarga su leche en mi espalda.

Los últimos jadeos del orgasmo coinciden con el ruido de los 3 hombres al salir de la mazmorra y yo, sudada, sucia y agotada, caigo en un profundo sopor, colgada todavía por mis muñecas.

martes, 22 de mayo de 2012

TABUrete

Era una de esas noches en las que me sentía en racha, plena de confianza en mi misma. Sentía una corriente eléctrica que me recorría desde la punta de la cabeza hasta los pies, creando un circuito imposible. Enfundada en un ajustado vestido negro, medias a medio muslo, sin ropa interior y zapatos de taconazo altísimo, me movía como una pantera en celo. A ello ayudaba la sensación de novedad, de no saber qué me esperaba, y la experiencia de C que me llamaba poderosamente la atención. Entramos en el local y estaba abarrotado de gente y yo, escondida detrás de la espalda de C, podía observar sin ser vista. Olía a sexo y a excitación y mis hormonas se dispararon.

"Maldita electricidad" me dije. Desde que nos habíamos visto, sentía las ondas magnéticas entre nosotros fortísimas, como nunca me había pasado. No es que sea algo habitual, pero sí me pasaba a veces. Estaba orbitando a su alrededor, como un planeta. Ni cerca ni lejos, simplemente orbitaba.... Esa noche estaba por sentir, sentir por todos y cada uno de los poros de mi cuerpo, de las fibras de mi ser y estaba en racha, lo sabía.

Habia demasiada gente, pero fuimos encontrando nuestro lugar. Se empezaron a acercar personas, charlamos, salimos a fumar, pero esa electricidad, ese cordón umbilical que se había establecido entre ambos no desaparecía. Daba igual si estábamos juntos o separados, las miradas cómplices fueron una constante, los gestos sobreentendidos, las palabras dichas a media voz. Y la sensación permamente de hembra en celo apegada al macho alfa de la manada. Eso era lo que más me excitaba de todo. Por mucho que otros intentaron establecer contacto, mis sentidos sólo estaban en orden para él. Cuando la presión de la multitud se hizo insoportable, pasamos dentro, a la oscuridad, a la tranquilidad de sabernos el uno con el otro.

Me tendí en una de las camas corridas y él lo hizo conmigo. No tardamos ni un segundo en enredarnos, con ansiedad, como siempre que estaba con él. Sus manos grandes y calientes subieron mi falda y se adentraron entre mis piernas, arrancándome gemidos que no sabía ni que pudieran existir dentro de mi. Lentamente, bajó rodeando mi cuerpo, abrio mis muslos y comenzó a lamerme, despacio, muy despacio... yo empecé a entrar en mi dimensión, en la mía propia, en la que entro cuando estoy tan excitada que me dejo ir. Y ya no sé qué me estaba haciendo, sólo que no tardé en llegar al clímax y tuve que avisarle, porque estaba cerca de ser pateado por mi.

Nos quedamos tendidos, yo todavía meciéndome por las ondas y las leves sacudidas del orgasmo, él acariciándome como tanto me gusta. Hasta que nos levantamos para reconocer un poco el terreno, ver cómo evolucionaba la noche. Los cortos paseos nos devolvieron al oscuro pasillo y cuando vi el taburete, no lo pensé 2 veces y me senté. Los tacones me estaban matando y el magnetismo creado me tenía en otra dimensión. Necesitaba descansar, tantas sensaciones me abrumaban. Él se colocó frente a mi y me di cuenta de que seguía poseída por su magnetismo. Abrió mis piernas sin encontrar resistencia y comenzó a hablarme. Yo le oía, entendía sus palabras, pero no era capaz de registrarlas en mi cabeza. Sus manos se acercaron a mis costados y comencé a temblar, aun antes de que me tocara. Pasaba sus manos por mi cuerpo y notaba tal intensidad en sus caricias que no podía creer que no me tocara, que fuera sólo la electricidad, las ondas que emanaban nuestros cuerpos. Cuando ensartó su polla dentro de mi, el calor que sentí fue inmenso, como si me taladrase las entrañas. La fusión fue perfecta y entonces, justo entonces, terminó de írseme la cabeza.....

Ahora, tiempo después, siento que he recuperado mi cabeza aun a costa de perder la electricidad. Gracias por una noche fantástica, de las que recordaré toda la vida.

lunes, 21 de mayo de 2012

La catarsis y el puzzle

Hoy ha sido el día en el que han encajado todas las piezas del puzzle,en el que por fin he escuchado ese clic que ha colocado todo en mi cabeza y ha dado sentido a lo que pensaba y sentía. Hoy se ha completado el proceso catárquico que inicié hace unos meses y que por fin ha finalizado, dejando lugar a una nueva yo, dispuesta a renacer. Porque a veces es necesario morir para nacer de nuevo, deshacerse para reconstruirse, perderse para encontrarse. Ahora ya puedo mirar cara a cara a mi nueva yo, la que ha superado sola la prueba, la que ha seguido su instinto y ha triunfado, la que se encuentra plena, limpia y renovada.

Sería injusto decir que lo he hecho sola: no ha sido así. Me han acompañado buenos amigos en el camino, otros han participado en él sin saberlo. A todos ellos, gracias; me habéis enseñado un montón, me habéis abierto una nueva dimensión de la vida. Pero al final, y eso lamento decirlo, he sido yo sola la que ha obrado el cambio. Y sé que no está completado todavía. Soy la mariposa que acaba de salir del capullo y aún tengo que terminar de hacerme, aunque ahora sé que estoy en el buen camino.

Ahora veo todo claro, he seguido a mi intuición, me he deshecho del ruido y he escuchado dentro de mi. He ahogado los gritos de mi cabeza, siempre tan racional, siempre tan ordenada, para abrirme a mis tripas. Y por fin les he hecho caso... Mi intuición no me fallaba. Ella sabe quién soy yo mejor que yo misma y me ha explicado tantas cosas, tantas.... Me ha enseñado a quererme, a escucharme, a ser consciente de que no debo tenerme miedo. Me tenía tanto miedo que estaba paralizada, descolocada. Pero ya no, ya no sufro, ya sé quién soy y dónde estoy. Ya no tengo miedo de mi misma.

Parece una incongruencia, pero tenía miedo de mi. Sobre todo, porque no me conocía y es ahora cuando me empiezo a conocer. Ahora sé que soy un ser libre, que estoy llena de energía bonita y poderosa, que nadie la puede poseer y que la grandeza de quererme, es dejarme ser libre.Que mi energía fluya sola, llegando a los demás en su justa medida. No tengo que tener miedo de mi, soy capaz de muchas cosas, entre ellas, de ser feliz. Soy capaz de amar intensamente, de sentir intensamente, de ser intensamente. Pero eso sí, eso lo he visto claro: tengo que ser yo la que ponga los límites y las medidas, la que se sienta cómoda dando y recibiendo. No me pueden atar, poseer, encerrar, pues me marchito y me muero de pena. Y ya no más: ya no. Ya no consiento que me dominen y decidan por mi, como si fuera una niña pequeña, como si no tuviera valor, como si no supiera de qué va el mundo. Yo sí sé; y sé mucho.

Así que, por todo y por ello, gracias a todos. A los que habéis contribuido con vuestro granito de arena a ponerme en el camino, a hacerme ver lo que es importante. A darme cuenta de que merezco la pena. A ver que pueden pasar muchas cosas que podemos o no podemos controlar, pero que lo que siempre podremos elegir es la actitud con la que nos enfrentamos a la vida. Y yo elijo ser feliz.

Vosotros?

domingo, 20 de mayo de 2012

Mi amiga

Tengo una amiga que está sufriendo mal de amores y el otro día me pedía consejo. Bueno, consejo no, que nosotras no pedimos de eso; nosotras nos desbordamos en un torrente de palabras buscando simplemente un oído amigo, que escuche y sea receptor de nuestra pena, sintiendo así que la pena compartida es menor. Ella, como todas o casi todas, desbocó conmigo sus peores augurios y desahogó su pena, sabiendo que la escucharía sin juzgar como tantas veces ella hizo conmigo.

Mi amiga sufre mal de amores, como lo sufren las quinceañeras o peor. Quizá sea peor, porque sufrir mal de amores con 33 años y dejarse llevar por él es peor que sufrirlo con 15. Entra el componente de "cómo me ha podido pasar esto a mi, a mi edad?". Y es que cuando sufres mal de amores a los 30 entra en juego la experiencia y te sientes idiota. "Si ya lo sabía yo, si sabía que esto me iba a pasar a mi y aun así me dejé enredar"

La historia es tipo chico conoce a chica, chico se propone hacerse a chica a toda costa, chica incrédula de que eso le esté pasando a ella, chica que cae ante la insistencia del chico, que parece enamoradísimo; ambos viven 3 meses en una nube. Mi amiga era la viva estampa de la felicidad, hacía años que no tenía esa sonrisa, que no se sentía tan feliz. Se veían cuando podían. Él hacía locuras por ella, se escapaba a verla con cualquier excusa. Ella estaba todo el día colgada del Whatsapp, del teléfono. Se acostumbró a él, a su voz, a su olor, a sus llamadas, a sus mensajes, a sus visitas... Él le decía que ninguna le importaba tanto como ella. Que no sabía qué le había pasado, pero que sentía que la conocía de toda la vida. Ella, poco a poco, fue bajando sus defensas; él, derribando sus murallas. Y ella se enamoró. Perdidamente. Profundamente. Entregó su corazón y parte de su alma. Sabía que no podía funcionar, pero aun así se dijo: mientras dure. Lo que no quería pensar era que cuanto más rápido e intenso fue el ascenso, más dura y dolorosa sería la caída.

Y por fin llegó. Llegó sin saber muy bien cómo. Una noche, una mala noche de esas que se encadenan desastres tras desastres, por ignorancia, miedo y mala pata, ambos se hicieron daño. Y ella, preocupada, olvidó su dolor y mal estar por mirar el de él. Y él, de repente, se desencantó. Dijo necesitar su tiempo. De nada le valieron las disculpas de ella, el que ella ahogara su dolor para atender el de él; las súplicas, el sufrimiento, las horas de teléfono intentando arrancarle una palabra amiga que mitigara el lacerante e incomprensible dolor. Pero nada llegó.

El final es que ella está hecha un trapo, no se resiste a perderle. No sabe qué hacer para volver a lo que tenían antes. No para de llorar, no se explica cómo algo tan absurdo, cómo una mala noche les ha llevado a esto. En menos de una semana ha pasado del cielo al infierno, de suspirar por él sabiéndole seguro a temblar de miedo anticipando su pérdida.

Yo le digo que la entiendo. No puedo decir más, no estoy en la cabeza de él. Pero la veo destrozada. He tenido que sacar la artillería pesada y decirle que no puede dejar que su felicidad se supedite a una persona o a un trabajo. Que ella vale muchísimo y es verdad. Es una mujer estupenda. Es tierna, sensible, divertida; tiene una capacidad de amar desbordante. Una energía que se come la vida a mordiscos. Puede tenerlo todo, sólo se lo tiene que creer. Y él, aunque ahora no lo sepa, se está perdiendo todo eso, todo eso y más. Porque cuando mi amiga ama, lo hace como todo lo que hace en esta vida: de manera intensa, entregada, con todo su ser y todo su cuerpo. Yo sé que ella le va a esperar. Va a esperar a que se aclare. Sólo espera que no sea demasiado tarde, porque al ritmo que está sufriendo no creo que aguante mucho tiempo. Ojalá, porque sé que él es un gran tipo, sepa llegar a tiempo. Sepa desprenderse de una parte de sí mismo para darse cuenta de lo mucho que tiene que ganar, antes de que vea todo lo que ha perdido.

Mi amiga es una gran mujer. Saldrá de esta y aprenderá a curar sus heridas de quinceañera a sus 33. Pero siempre se entregará de igual manera porque no sabe hacerlo de otro modo, totalmente, intensamente. Y él se habrá perdido a una mujer excepcional. Lo que tendré claro si eso pasa y así se lo he dicho a mi amiga es que quien no se habrá perdido nada es ella. Un hombre que tira la toalla y no sabe valorar todo lo bueno que tiene enfrente no la merece.

Espero que mi amiga sepa entender esto que le digo. Eres tremendamente especial, no lo olvides.

Ladylazy

martes, 15 de mayo de 2012

Rarezas

A día de hoy sigo planteándome que soy rara. Cada vez más. Tengo la extraña habilidad de hacer daño a los que quiero de manera inconsciente. Igual es que precisamente porque a los que yo quiero también me quieren y por eso son susceptibles de ser heridos por mi. Entonces no sé si considerarme afortunada o simplemente seguir pensando que soy extraña. Una tremenda metepatas, una impulsiva, una noquierohacerdañoanadieycuantomaslointentomaslohago. Debo dar siempre con la gente equivocada. Debo dar siempre con los que no se creen que les quiero. Con lo fácil que es que sirva un simple "lo siento".

Voy teniendo claras varias cosas. Mis defectos, lo primero. La vida y el tiempo no se van a encargar de solucionar mis problemas. He de ser yo la que los enfrente o se harán cada vez mas grandes y me estallarán igualmente. Siempre me van a encontrar. Tampoco van a saber los que me importan lo que me importan si no se lo digo y hago porque lo sepan. No me puedo acomodar. Lo que no sé es cuántas veces lo tengo que decir y qué cosas e de hacer para que lo sepan y lo entiendan. Y por ultimo, tengo que dejar de meter la pata. Joe, soy como un ciclón, para lo bueno y para lo malo. No tengo medida y suelto lo primero que me viene a la cabeza, hago lo primero que se me ocurre, da igual si a en mi contra, en contra de los demás o en contra de todos.

Hasta la fecha no solía tener mucho problema. Mis amigos de siempre, mi pareja, mi gente... Me conocen y me aceptan. Saben que soy así y me quieren así. Saben que me entrego completamente, que vivo intensamente, que amo con más intensidad aún y que por tanto, cuando meto la pata lo hago a lo grande. Y siempre me lo perdonan, porque saben que les quiero, con una fuerza inusitada. Pero los que no me conocen o me acaban de conocer... Qué fáciles son de herir! Qué sencillo es que les lleve al cielo y al infierno en una misma noche!

No sería justa si no dijese también mis virtudes. Tengo un corazón enorme. Una capacidad de entrega arrolladora. Sufro más por los que quiero que por mi misma. Aunque a veces, con todo y con eso, a los demás les dé igual. Y entonces no sé qué hacer. Es todo un horror... Un sufrir innecesario, un no saber.

Así que lo siento. Perdón a los que hice daño, fue siempre sin querer; perdón a los que se lo voy a hacer, también será sin querer. Y por favor, por favor, no seáis demasiado duros conmigo. Tengo el corazón de algodón.

jueves, 10 de mayo de 2012

Abrazada a ti

Hoy estoy blandita, tierna. No triste, pero sí necesitada de mimos, de ser protegida. Hoy necesito que seas tú la que me abrace o que tan sólo me permitas estar abrazada a ti, en el sofá, viendo una peli.Y es curioso, porque me sorprende este sentimiento y me sorprende que sea contigo, que apenas te conozco. Por eso imagino, imagino y te siento blanda y confortable, y me imagino a mi misma recostada sobre tí, viendo la tele. E imagino una sensación cercana al bienestar, a la plenitud. Un abandono, una laxitud me invade y un pensamiento pugna por salir a la superficie, pero lo ahogo repetidamente. Me empiezas a acariciar el pelo, suavemente, el cuero cabelludo e infinidad de placenteros calambres recorren mi cuerpo. Me aprieto a ti, buscando más sensaciones y tú, sorprendida, te quedas quieta. Yo salgo de mi abandono; con los ojos aún entrecerrados, te observo por la rendija de luz de mis párpados. Me estás mirando fijamente y yo te devuelvo la mirada, ahora ya consciente. Todo sucede en un fogonazo y no sé quién dio el primer paso, lo que sí sé es que ese pensamiento ahogado ha salido a la superficie y ahora grita dentro mi cabeza. Te deseo, te deseo tanto.... que el beso que te estoy dando es tan brutal como tierno. Sé que no te ha cogido desprevenida del todo, pero lo que tú no esperabas era esa urgencia que demuestro, que parece querer arrancarte la vida misma. Has girado sobre tu espalda y estoy encima, y te sigo besando, ahora más tiernamente, más delicadamente, no quiero asustarte... porque sé que en estos casos me dejo llevar y me entrego por completo y apenas te conozco.

No oímos la puerta, entregadas como estamos a reconocernos con los labios, con las húmedas lenguas, con las tímidas caricias que van surgiendo de forma tan natural y espontánea. Sólo paramos cuando el grito contenido es tan audible que nos sorprende y nos arranca de nuestro ensimismamiento. Y ahí está él, mirándonos, aturdido. No se lo explica, no sabe cómo he llegado yo a ese sillón, en mi breve pijama veraniego. Mucho menos se explica la escena del beso y no da crédito a lo que pasa. Balbucea, pero no le salen las palabras, así que me incorporo un poco y dejo que tú salgas de tu postura y vayas hacia él. Al fin y al cabo, es tuyo y tú sabes cómo hacerlo. Os observo sentada en el sofa, con las piernas cruzadas, como una cría curiosa. Y tú, tan guapa, tan elegante, tan insultantemente sensual le coges de la mano y le susurras al oído. No sé qué le dices, no lo adivino, pero veo que sus facciones se relajan y sonríe. Y entonces os giráis hacia mi y me da un vuelco el corazón.

Él se acerca a mi y yo me arrodillo sobre el sofá para ganar altura. Me coge la cara con las manos y me besa, absorbiendo todo lo que hay en mi, como si quisiera dejarme vacía. Y tú, detrás de él vas desnudándole poco a poco y vas desnudándote tú. Él abandona su beso y mientras me acaricia con ternura, me ayuda a quitarme la ropa y entonces le hacemos un sandwich entre las 2. Me quedaría así para siempre.... Pero tú, que ves la promesa que encerraban mis besos, nos sacas del ensimismamiento y nos diriges a la habitación. Él y yo te seguimos, como te seguiríamos siempre, de manera incondicional. Una vez traspasado el umbral del dormitorio yo me quedo rezagada, pues me invade la sensación de estar profanando algo tan íntimo, tan vuestro, que tengo miedo hasta de respirar. Y os observo, cómo caéis entrelazados en la cama, cómo os procuráis tantas caricias y besos que no tienen nombre, que me salgo de la escena para disfrutar de la vista, de algo tan íntimo y tan grande que me siento afortunada sólo de haberlo podido ver.

Tú fijas tus ojos en los míos, como entendiendo que me quiero hacer pared para no molestar, y me susurras un "ven" tierno y firme, que ni admite réplica ni quiere admitirla. Así que me aproximo a la cama y me recuesto a tu lado y volvemos a besarnos. Cómo me gustan tus besos! es algo que no puedo dejar de pensar. Nos besamos echadas de lado, acariciándonos, mientras él está acoplado a tu espalda y nos acaricia a las 2. No por mucho tiempo, porque de repente noto que tu boca se abre dejando exhalar un gemido profundo, y entonces me doy cuenta de que él ha entrado en ti y te está haciendo el amor suavemente, mirándome. "Gracias", susurra, y eso me cohibe y me entierro en tu nuca. Tú le estás mirando con la cabeza girada y yo me siento tan parte de todo que comienzo a besar tu cuello, tu clavícula, tus pechos. Me enredo en tus pezones y los mordisqueo, los succiono y juego con ellos. Y lo sé, ya lo sabía, sabía que así llegarías al clímax y me aferro a ellos y a tus caderas para acompañarte en ese orgasmo tan intenso y tan sensual. Sólo cuando te quedas relajada y tranquila vuelvo a besar tus pechos y tu cuello, con besos pequeños y suaves que te hacen cosquillas. Y cuando llego a tu cara me estás sonriendo, sonríes y cierras los ojos, y te abandonas.

Él me mira también sonriendo y vuelvo a sentirme cohibida. Tengo que agachar la mirada, apartar la vista porque no me siento capaz de seguir mirándole. Siento que se levanta de la cama y se acerca a mi e instintivamente me repliego sobre mi misma. Él, paciente, acaricia mis muslos, que van cediendo y se van abriendo poco a poco. Sigue acariciándome y yo me extiendo y me abro, como una flor en busca de sol. Sigo con los ojos cerrados pero le imagino sonriendo, viendo como caen mis murallas, como bajan mis defensas, y en el momento preciso entierra su cabeza entre mis muslos y me lame despacio, como sabe que me gusta, que me vuelve loca. No me quiero correr.... no todavía. Así que me obligo a volver a mi cuerpo y le agarro del pelo. Tiro con fuerza hacia arriba y oigo un "au" sorprendido. Pero se levanta y se pone a mi altura, para mirarme fijamente a la cara. "Follame. Fóllame con todo tu ser" le digo. Y él asiente.

Se sorprende cuando ve que me levanto y voy hacia la pequeña cómoda que tienen en la habitación. Me siento y abro las piernas.... y le sonrío, con cara pícara. Y me devuelve la sonrisa porque ya sabe lo que quiero. Me penetra suavemente y su pecho y el mío se funden en uno. Le miro a los ojos... quiero que me lo haga lento, mirándome a los ojos; quiero que vea mi abandono en sus manos. Y él, que lo sabe, lo hace así, llenándome de un placer inmenso que se acrecienta cuando, por encima del hombro te veo. Te veo a ti, desnuda, tan increíblemente hermosa que me cortas la respiración. Me miras tambien a los ojos, me sonríes y entonces no puedo más. Siento que se me va la vida por las puntas de mis dedos, por mi garganta y tengo que echar la cabeza atrás para dejarla salir por mi boca y que vuelva a entrar de nuevo, después de un orgasmo tan brutal que le arrastra a él conmigo.

Cuando acaba estamos los 3 sorprendidos, como si no supiéramos qué es lo que ha pasado. Nos vamos reposando y él me lleva en brazos a la cama. Sigo alterada, ha sido demasiado intenso. Pero sois increíblemente pacientes, increíblemente tiernos. Me colocáis entre los 2 y al contacto de vuestros cuerpos, me siento en paz y me duermo.

martes, 8 de mayo de 2012

Desnuda

Me siento desnuda, completamente desnuda. Siento que he ido retirando mis capas, una a una. Ya no me siento como una cebolla apretada entre ellas. Me siento limpia y nueva. Me siento renacida. Me siento despojada de mi misma, abierta a sentir, a sólo sentir. Siento que tengo la sensibilidad a flor de piel y que la energía contenida por esas capas pugna por aflorar a la superficie, como la electricidad estática que hace que se te erice el pelo, se me eriza ahora a mi la piel. Los pezones duros, el sexo hinchado y caliente, mi cuerpo es suave y tibio y desprende la energía poco a poco. Por primera vez en mucho tiempo siento que soy y estoy, tengo plena conciencia de mí misma, de mis posibilidades, de lo que quiero y deseo. Mi cuerpo me pide sexo, brutal y salvaje en entrega, en sensaciones y tierno a la vez. Mi piel exige caricias y mi cuerpo ser sacudida una y otra vez en una serie de orgasmos encadenados e intensos; exige liberar la energía contenida, la que va saliendo poco a poco... la que necesita ser liberada de forma inmediata y arrolladora.

Siento que tengo la necesidad de dejarme ir. Ha estado bien el juego, el ponernos en situación. Pero ahora necesito sentir. Necesito dejarme ir..... echar hacia atrás la cabeza y abandonarme al placer; a tus caricias, a tus besos, a tu lengua, a tu sexo en el mío, a tu mente y a tu cuerpo. Necesito que tu piel quede transferida en la mía, calcada; que tu sudor recorra mi cuerpo y me empape entera y tu aliento llene mis oídos, mi boca, se cuele hasta mi garganta y me posea, suave y brutalmente a la vez.

Siento la necesidad de dejarme derretir por tu ser, en un abrazo asfixiante y tierno, hacerme agua y emerger limpia, nueva.....