martes, 29 de mayo de 2012

El amor

Este fin de semana he estado en la boda de una de mis íntimas amigas. Ha sido una boda memorable, en la que nos reencontramos todas las niñas con parejas e incluso hijos y puedo decir que lo hemos pasado estupendamente. Ha sido un chute de energía positiva que todas necesitábamos, una sensación enorme de volver a casa. Nos hemos puesto al día de nuestras cosas, desnudando sentimientos y retomando el espíritu de esa amistad que está ahí para todo y por encima de todo, que no se rompre, sin fisuras, que da y recibe en igual medida. La boda me ha hecho replantearme muchas cosas, sobre todo lo cambiante que es la vida en general y todo lo que es capaz de permanecer en particular. Y lo que es mejor... que hemos cambiado mucho pero, en lo esencial, seguimos siendo las mismas.

Tengo un grupo de amigas estupendo. Hace 6 años asistimos a la primera boda de una de ellas y este sábado iba acompañada de su nueva pareja. Se les rompió el amor, como viene diciendo la canción. No sé si de tanto usarlo o de no usarlo nada. Y hubo un momento, en medio de la misa, en que el cura hablaba del compromiso, la fidelidad, que todo es maravilloso, que los problemas se solucionan si está Dios... y una es creyente, pero hay cosas que le superan. Mi marido, que es muy caustico, se gira y me dice: "pero qué sabrá éste del amor de una pareja, si los curas no se casan". Me dio la risa. Porque ahí estaba yo, con mi amiga la separada a la izquierda y su novio nuevo, con mi marido a la derecha con el que las hemos pasado de todos los colores en 6 años de matrimonio y 3 de novios, con mi otra amiga casada por lo civil felicísima con su segundo hijo en el carro.... en fin, que las miraba a todas, con los ojos del cariño y me decía.... somos 10 y cada una de su padre y de su madre, con su propia mochila a las espaldas y cómo las quiero a todas. Y ese, ese es el verdadero amor. Porque al final, y analizando mucho, lo que importa es lo a gusto que te sientes con las personas y el saber que las importantes ocuparán siempre un lugar en tu corazón. Porque hay tantas formas de amar como personas somos en el mundo.

Me sorprende ver cómo tengo tanto hueco en mi corazón. Últimamente voy rellenando huequitos que pensé que ya no existían, pero mira, ahí están. Será que es un miembro elástico. He incorporado a nuevas personas, algunas de las antiguas en su momento se fueron, pero he de decir que son pocas las que abandonan completamente su sitio dentro de mi. Podrá ese amor transformarse, madurar e incluso cambiar, pero en general, a quien quiero y a quien he querido, permanece siempre ahí, donde yo pueda encontrarlo. Lo que sí que he comprendido es que efectivamente el amor no es egoísta, ni posesivo; el amor es justo lo contrario a eso. Y cuanto más comparto al objeto o sujeto de mi amor, más contenta me siento, porque así los demás pueden disfrutar de él en la misma medida en que lo hago yo, aunque sea de forma diferente. Asimismo, no soy posesiva con quien quiero por lo mismo. Pretender que esa persona esté sólo a lo que yo digo, quiero o hago es un absurdo. No me gusta que me lo hagan a mi, luego no puedo hacerlo con los demás. La posesión del objeto o sujeto amado nace de la inseguridad de no sentirnos lo suficientemente valorados por el otro o queridos por el otro. Pero si estamos seguros de que el otro nos quiere, sabremos que siempre estaremos en ese huequito de su corazón, igual que él está en el nuestro. Y es único e insustituible en su esencia.

Todo esto lo he comprobado hace poco, pero el simple hecho de constatarlo me ha hecho más libre y más feliz. Así que a todos los que por una u otra razón se alejaron, decirles que su lugar dentro de mi sigue estando, que permanecen conmigo. Que sólo tienen que llamar cuando quieran, que mi amor por ellos resulta indemne al paso del tiempo. El poso que dejan o han dejado es lo que me guardo para mi.

Así, me despido con una frase de las que más me gustan: a quien quiera entender, que entienda.

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