jueves, 18 de octubre de 2012

Las amistades peligrosas

http://www.youtube.com/watch?v=T9MRzeFAkMc

Marquesa de Merteuil: Creo que es hora de que os vayáis. 
Vizconde de Valmont: no, creo que no. Llegamos a un acuerdo y no me parece que pueda permitiros que juguéis conmigo ni un momento más. 
Marquesa de Merteuil: recordad que lo hago mejor que vos. 
Vizconde de Valmont: quizá, pero siempre son los mejores nadadores los que se ahogan. Decid sí o no. Vos decidís, naturalmente; pero no tengo más remedio que señalaros que consideraré el no como una declaración de guerra. Todo lo que os pido es sólo una palabra. 
Marquesa de Merteuil: de acuerdo. 

(Pausa) 

Marquesa de Merteuil: ¡Guerra! 

No consigo controlar mi ira. Esa zorra presuntuosa no sabe con quién está hablando. No sabe que tengo todo el poder en mi mano para destruir su reputación… pero realmente es eso lo que quiero? Si no estuviera perdidamente enamorado de ella la habría destruido ya, pero nos puede más la pasión del juego, así que si quiere jugar, voy a jugar, pero voy a jugar fuerte…. 

Salgo de la sala por la otra puerta, intentando no dar un portazo, no quiero que oiga lo que ha provocado en mi. Bajo despacio la larga escalinata del palacio donde celebran el baile más importante de la temporada, intentando calmarme y ver cómo consigo reincorporarme sin que se note ni mi estado ni mi ausencia. ¡Ah!, ahí está ella, sosteniendo su abanico y charlando animadamente con ese Danceny…. Y de repente lo veo claro, clarísimo….. Está dándome celos porque es más joven y vigoroso que yo, jugando con su más reciente amante Monsieur Gercourt dándole celos también y matando de angustia a la virtuosa Cecile de Volanges, que cierra el triángulo amoroso por ser la prometida de Gercourt y estar perdidamente enamorada del caballero Danceny. 

Me acerco a Madame de Tourvel, que sé que está próxima a caer rendida a mis encantos sin mirar a la Marquesa. Paso por detrás de Tourvel y le rozo discretamente la espalda con mi brazo. Puedo notar su calor y el estremecimiento que le recorre el cuerpo de saber que soy yo el que se encuentra detrás de ella y saber que la lucha interna que sufre acaba de empaparla entera me produce un placer indescriptible. Pero sigo mi camino, disimulando, sonriendo con galantería a las damas, inclinando mi cabeza ante sus cornudos maridos. Sé que me sigue con su mirada, noto sus ardientes ojos clavados en mi nuca. 

Mi objetivo es claro: la delicada Cecile de Volanges acaba de quedarse sola sin su carabina. Su madre, Madame de Volanges ha salido al exterior del brazo de su prima a tomar un poco el aire y su hija está mirando por uno de los ventanales que dan al maravilloso jardín del palacio. Me acerco por detrás con delicadeza y le susurro al oído: “¿A dónde ha ido Madame de Volanges, dejando sola a una belleza tan deslumbrante como vos?” Me aseguro de que no se vuelva colocándome completamente detrás de ella y apretándome sutilmente de manera que note mi erección entre sus nalgas, a pesar de la profusión de telas de su vestido. Se le acelera la respiración y eso me complace, pero me regocija todavía más ver que se ha de agarrar levemente a las cortinas del ventanal para que le sostengan las piernas. “Pobrecilla. No le han enseñado nada en ese convento de harpías del que acaba de salir”, me digo para mis adentros. Pero sé que eso me beneficia sobremanera, ya que es tan ingenua que ha caído en mis redes sin que me haya costado ningún esfuerzo. 

-“Mi madre volverá en seguida. Si vos tuvierais la decencia de apartaros de mi aún conseguiría mantener mi reputación intacta”- 
-“Discúlpeme, no pretendía ponerla en ningún aprieto. Para que vea que mis intenciones son honestas, sólo venía a informarla de que Madame de Volanges está indispuesta y se encuentra en la Habitación de las Gardenias con su prima y dado el respeto que le profeso, me ha pedido que le avise para que acuda a su lado”- 

Cecile no atina ni a darme las gracias y la veo desaparecer angustiada directa a la trampa que le acabo de tender. Miro de soslayo a la Marquesa, que no pierde detalle mientras juega con su abanico al arte más antiguo. Me demoro mirando por la ventana el tiempo suficiente para acercarme nuevamente a Madame de Tourvel sin levantar sospechas. Ella, presa de la excitación que le he provocado hace unos instantes me dice con voz estrangulada: 

-“¿Se encuentra bien la dama Cecile de Volanges? La acabo de ver salir muy apresurada y con mal color” 
-“No debe ser nada grave. Estaba un poco mareada e iba a echarse un rato. Me he ofrecido a buscar a su madre para que la acompañe, pero si queréis acercaros vos iba directa a la Habitación de las Gardenias”- 

El guante estaba echado, ahora sólo tenía que recogerlo… y recogerlo bien. 

-“No debemos comprometer su virtud y su madre estará preocupada. Voy a buscarla para que me acompañe”. 

¡Perfecto! tras la salida de Madame de Tourvel, me siento eufórico. Ahora sólo queda dar una última puntada para que mi plan sea perfecto. Observo que la Marquesa me mira con ojos de hielo… la tengo donde quería…. Me acerco a un camarero y le entrego una carta que tengo guardada para el caballero Danceny. La carta en la que según mi juego con la Marquesa, Cecile le confía su amor. Le pido que se la entregue a él en el plazo máximo de una hora y le diga que la autora de la misiva se encuentra en la Habitación de las Gardenias. Será suficiente….. 

Salgo discretamente de la sala y subo directo a la Habitación de las Gardenias, donde me encuentro a una Cecile llorosa y preocupada por no encontrar a su madre. En 2 zancadas me planto a su lado, la tomo en brazos y la beso violentamente. Siento cómo ella se va abandonando a mi beso, cómo su lengua inexperta entra en mi boca y empieza a buscarme con urgencia…. Malditos vestidos pomposos…. Le rasgo las cintas del corsé hasta dejarla semidesnuda. No le doy tiempo a decir nada. La tumbo en la cama y recorro sus pechos con mi boca, mis dientes y mi lengua sobre la delicada tela, que se pega a sus pezones con la humedad de mi saliva. Sigo bajando hasta su entrepierna, apenas cubierta por un delicado vello rubio y beso suavemente su monte de Venus. Ella gime, abandonada a toda sensación que le provoco. Mi ávida lengua se introduce en su suave y virgen hendidura y noto cuán mojada está. Eso y su olor me enardecen. Libero mi erección a toda prisa. No quiero perder ni un segundo más sin robarle su virginidad de la forma más violenta posible. Quiero escucharla gritar de dolor y placer; quiero que sus delicados susurros se conviertan en gritos de lujuria…. La quiero para mi. Coloco sus piernas encima de mis hombros para facilitarme la entrada, me tumbo sobre ella agarrándole los brazos y la embisto con toda la fuerza que soy capaz. Noto su virginidad intacta y la rompo sin miramientos y cuando la oigo chillar siento un placer casi diabólico. No le doy tregua y la embisto una y otra vez hasta que sus gritos se convierten en jadeos hasta que alcanza el primer orgasmo de su vida y la deja completamente exhausta. Yo  me quedo muy cerca de alcanzar el clímax, muy cerca…. Porque justo en ese momento se abre la puerta y aparece en el umbral Madame de Tourvel. 

-“Querida, no he sido capaz de encontrar a su ma…. dre… de vos….” Se queda petrificada por la escena, con la boca abierta como negando para sí lo que está presenciando. No puedo permitirme dudar. Salto de la cama y la tomo de la cintura, cerrando a la vez la puerta. Ella empieza a chillar y a intentar zafarse, pero en el fondo sabe que es inútil. Madre mía, qué orgasmo le voy a arrancar a esta mujer. La mezcla de rabia, ira, desesperación, amor, odio y horror que siente la van a llevar al cielo en cuanto me lo proponga. 

Cecile yace en la cama, deshecha por el orgasmo. Cuando suelto a Madame de Tourvel a su lado se deja rodar sobre un costado, como ajena a lo que pasa a su alrededor. Tengo que amordazar a Tourvel con mi corbatín mientras estoy sentado a horcajadas sobre ella, no nos vayan a descubrir antes de tiempo. Le doy la vuelta con facilidad, pues pesa poco y sujeto sus muñecas a la espalda con mi cinta del pelo. Así, inmóvil, ofreciéndome su delicada grupa…. Levanto sus faldas y veo la redondez de sus nalgas, su blancura. Las noto suaves y calientes al tacto. Le doy un cachete mientras susurro: “Sscchht, no hagas ruido”. Introduzco 2 dedos dentro de ella sin avisar y la noto plenamente dispuesta, lo que me agrada sobremanera. De hecho, veo que sus enaguas están humedecidas, probablemente por nuestro encuentro de antes. Me agacho y la recorro entera, desde el ano hasta el clítoris con mi lengua. Siento que se estremece y sigo lamiendo hasta que noto que va a llegar al orgasmo. Paro de inmediato: ya está preparada para mi. Y como antes hice con la dulce Cecile la penetro con fuerza y la cabalgo agarrado a sus caderas, escuchando sus ahogados gritos que salen de la mordaza. 

Cecile, que se está recuperando se vuelve a mirarnos y compruebo con tremenda satisfacción que le excita lo que ve. “¡Oh! Estas muchachas vírgenes salidas de los conventos… qué putas se vuelven en cuanto les das la oportunidad de serlo”, me digo para mi. Se abre la camisola y comienza a tocarse un pezón, mientras que con la otra mano se acaricia entre las piernas. Su cara de lujuria, mezclada con la cara de horror de Madame de Tourvel al mirarla hace que me corra con todas mis fuerzas. No puedo quedarme mucho disfrutando de ese placer. Me arreglo rápidamente y me oculto entre las cortinas, dejando a Madame de Tourvel hecha un mar de lágrimas y a Cecile masturbándose ajena a todo cuanto la rodea. 

Poco tengo que esperar para ver entrar al caballero Danceny, que se queda impactado con la escena y corre al lado de su amada Cecile. 

-“¿Pero qué os ha pasado? ¿Quién ha sido el canalla…?” 

Sus preguntas se paran en seco al oir el grito de la Marquesa….. ella sabe que he sido yo, pero los que entran con ella no tienen ni idea. De un plumazo, Danceny será arrestado acusado de violación de 2 damas con el agravante de la pérdida de virtud de Cecile; será apartado, por ello, de las atenciones de la Marquesa que se queda sin su amante predilecto. El prometido de Cecile la abandonará igualmente por su falta de virtud y culpará a la Marquesa, pues ya me encargaré yo de que reciba cierta carta de ella en la que me pide que le robe dicha virtud a Cecile. Y ella, la Marquesa, tendrá que huir de la ciudad pues con esa carta sus intenciones han quedado claras y su máscara destrozada. Entre tanto, a mi nadie me relaciona. Nadie me ha visto. Culparán a Danceny y por mas que Tourvel me acuse, la voz de una mujer, en esta época…. Vale menos que la de un perro…. 

Esta noche, en mi cama, me estaré retorciendo de placer. Del placer carnal obtenido y del mayor placer de mi mundo: la venganza! 

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