sábado, 27 de julio de 2013

Extimidad

Es curioso lo diferente que vemos la vida las personas. Desde que estoy metida en este ambiente liberal he visto tantas opciones y tan variadas que darían para escribir un libro. Muchas de las opciones no las comparto, pero las respeto. Que cada uno haga lo que quiera siempre y cuando no moleste a los demás. Pero me sorprende una actitud en concreto muy ligada a un concepto muy nuevo y muy asociado a la época en la que vivimos: la necesidad de exponerse a los ojos de los demás, la extimidad.

Las redes sociales, el anonimato en los foros, la facilidad de comunicarse detrás de la pantalla de un ordenador o móvil que vence barreras de timidez, los nuevos smartphones que permiten fotografiarte en cualquier momento y enviar esa foto en tiempo real... ha cambiado por completo nuestra forma de relacionarnos entre nosotros. Han derribado las barreras de la intimidad y del respeto a ella en muchas ocasiones. Somos etiquetados en fotos por amigos y todas nuestras redes se enteran de lo que hicimos el fin de semana, en vacaciones o de nuestro ultimo ligue y no somos capaces de pararlo. Parece obvio que debería existir un código de conducta racional por el que nuestros conocidos deberían respetar que no quieras aparecer en una foto con ellos, medio borracho, a la vista de todos sus conocidos del Facebook. O que no te apetece que nadie que tú no quieras se entere de tu última conquista. Pero la realidad es que la mayoría de las veces hay que empezar a construir un nuevo sistema de valores partiendo del antiguo y adaptándolo a esta nueva forma de comunicarnos.

En este mundo liberal el concepto de intimidad está excesivamente devaluado. En los foros la gente pone fotos o se las intercambia por whatsapp, con los problemas que eso puede acarrear. Se comentan las jugadas de quedadas y polvos y la gente hace alarde de con quién ha pasado el fin de semana o a quién se ha follado y si, en su caso, puede haber lugar para segundas o terceras oportunidades. Llamadme carca: no me gusta nada. No me apetece que nadie sepa con quién he estado, cuándo y qué cosas he hecho. Tampoco tengo la imperiosa necesidad de tirarle la caña a todo lo que se menea, pues aunque el fin principal es follar, para mi es tan simple como conocer gente afín con la que salir, hacer amistades y si se tercia, al fin, follar.

No quiero estar en boca de todo el mundo por lo que hago o dejo de hacer (mejor que sea por meras suposiciones que por verdades a medias), ni necesito que me den bombo, ser la más deseada, la que más liga o la hembra alfa de la manada. No quiero que me envidien ni me gusta envidiar. Tampoco quiero ser la instigadora de celos y rencillas absurdas. Sólo quiero pasarmelo bien y ya esta. Pero no. No me dejan. No porque los celos se convierten a menudo en vendettas, el opinar diferente da pie a persecuciones y las bromas son malinterpretadas. Y casi siempre por esa necesidad de figurar, de defender hasta la muerte a la persona a quien te quieres follar lleve razón o no o por un concepto mal entendido del respeto. 

¿Qué vamos a esperar de un ambiente así? Un ambiente en que las citas se radian, las amistades se exponen, los celos están a la orden del día y se pisotea cualquier derecho a la libertad de imagen y de expresión por el mero hecho de pensar diferente. Por no querer aplaudir la necesidad imperiosa de mostrarse y exponerse hasta el absurdo ante la atónita mirada de los demás.

Llamadme rara, lo seré. No me gusta mandar fotos mías por whatsapp en las que se me vea la cara y se sepa claramente quien soy. No rindo cuentas a nadie. No tengo cuentas pendientes. No quiero que todo el mundo se entere de con quién quedo o dejo de quedar, de lo que hago o pienso. de verdad, debo ser rarísima....

6 comentarios:

  1. La broma fácil, la falta de místerio, la sobreexposición, las diarreas verbales..... Cansan y mucho.

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  2. (Aplauso de pie con ola incluída)

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  3. Para que no sea usted la única, ni la más rara, ni la que más llama la atención por algo, aquí estoy yo, mucho más discreto, más anodino, más fantasmal y, por tanto, más invisible.

    Ataulfo, el Terrible.

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