lunes, 30 de julio de 2012

Helsinki en invierno

No me podía apetecer menos….  A mi, que odio el frío con todas mis fuerzas. Un viaje en enero a Helsinki!!! Sin luz, con mucha nieve y mucho frío. No me quedaba más remedio, era un viaje de trabajo y no podía decir que no, así que allí estaba yo en el aeropuerto con mis botas de pelo, mi plumas y todo el kit Barbie Esquiadora que había podido reunir. El autobús que nos llevaba al hotel nos esperaba fuera de la terminal del aeropuerto y conseguir llegar a él se me antojaba una tremenda odisea, pero me armé de valor, me agarré a mi compañera Sonia y juntas en amor y compañía conseguimos sentarnos en un par de asientos debajo justo de la calefacción. 

La verdad es que el viaje en autobús hasta el hotel me dio una imagen de Helsinki de cuento, tan nevado, tan blanco… tanta agua!!! Nuestro hotel, el Hilton, estaba a unos 5 km del centro de la ciudad y tenía unas vistas preciosas al mar, con su playa privada y todo. Claro, que no sé para qué me fijaba yo en estas cosas, con el frío que hacía. Tras hacer el check-in y conseguir deshacer la maleta en mi habitación, no me quedó mucho tiempo para bajar a la reunión de trabajo que estaba por comenzar. Parecía un oso polar. Leggins de lana blancos, vestido ajustado de lana blanco también con cuello vuelto y mis botas de pelo; el pelo suelto me tapaba también la cabeza, cayendo sobre mis orejas, tapándolas bien. 

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En el vestíbulo, de repente y sin pensar, le vi. Yo iba atolondrada como siempre, la reina del despiste, y me lo di de bruces mientras hablaba con Sonia. ¡Madre mía! Estaba tremendo…  Cada vez que le veía me quedaba en cuadro. Cuando me vio, se acercó en seguida a saludarme, tan educado como siempre, con ese acento italiano tan suave… 

-Buenos días, Paolo. Menudos madrugones que nos hacéis darnos, eh?-le dije 
-Buenos días, Virginia. Pues espero que el madrugón no os haga decaer, que esta noche hay cena y copas- 

La mirada que me lanzó me hizo clavarme al suelo. Todavía recordaba cierto viaje a Dubai con algo más de calor que ahora y unas cuantas copas también de más en la discoteca del hotel, donde terminamos bailando follándonos con la mirada, pero sin dar el paso ninguno de los 2. Desde entonces, cada vez que coincidíamos sentía una especie de tensión sexual no resuelta que me clavaba al suelo y me ataba a sus oscuros ojos. Y cómo le quedaban las camisas!!! Perfectas, tan perfectas que ni se le arrugaban a lo largo del día, algo que me tenía completamente maravillada. 

Ya estuve todo el día que no di pie con bolo. La reunión era un petardo infumable de esas de qué buenos somos y cuánto valemos, lo bien que lo hacemos todo, “heil Hitler” y demás que no mejoró en absoluto después del café. Con el sueño que tenía, hacía verdaderos esfuerzos por no cerrar los ojos y dejarme llevar. De repente, un suave aliento en mi nuca desde detrás me hizo abrir los ojos y la boca acompasadamente, sobre todo al escuchar en ese susurro la voz de Paolo: “no te duermas, que ya tendrás tiempo”. “¿Qué ya tendré tiempo? ¿De qué? ¿De dormir? ¿De compartir cama contigo? ¿De dormirme en tus brazos después de una agotadora noche de sexo?” tuve que hacer un tremendo esfuerzo para detener mis pensamientos, que iban ya embalados y todas las imágenes que se sucedían en mi mente cada vez eran más tórridas y estaba empezando a mojar mi precioso conjunto de lana. 

La comida fue bastante frugal, de esas que te tienes que levantar a coger de todo y al final no comes nada. Y no comí casi nada, porque estaba pendiente de seguir los pasos de Paolo con la mirada por todo el recinto. Noté que él me buscaba, porque cuando nuestros ojos se encontraron se quedaron ahí un instante lo suficientemente largo como para saber que me buscaba, pero lo suficientemente corto como para que nadie de nuestro alrededor se diera cuenta. Me sonrió y ahí empezó el baile de miradas, gestos casi imperceptibles pero inequívocos, sonrisas... “¡Madre mía!” pensé de nuevo. Me iba a volver loca. Ya no era una suposición, era la constatación de una realidad. Lo que empezó en Dubai y continuó durante interminables reuniones de trabajo y viajes cortos iba a rematarse esa noche en el hielo de Helsinki, lo veía venir. 

La tarde fue una agonía. La reunión no podía ser peor y yo no podía estar en peor disposición tampoco. No paraba de mirar la hora hasta que llegó el momento que me hizo libre. Salí disparada a la habitación tras decirle a Sonia que nos veíamos en la recepción del hotel 10 min. antes de la cena. Para cuando bajé oliendo a limpio, con un vestido negro ajustado, medias a medio muslo, taconazos rojos de aguja y sin ropa interior, los nervios se habían disipado en su totalidad y en su lugar me recorría la cálida sensación del placer de la caza. Me sentía como una pantera a punto de atrapar su presa y Dios sabe lo que me gustaba ese juego. Noté cuando entró en mi radio de acción, le sentí como una presencia poderosa que activaba mis sentidos. No me giré, pero sabía que estaba ahí y mis movimientos se hicieron cada vez más sugerentes. Sabía que aunque sólo fuera por los zapatos, su mirada se dirigiría intensamente hacia mi y eso hacía que me sintiera segura de mi misma y poderosa. Hasta que noté su mano posándose delicadamente en mi cadera, su brazo rozando la parte baja de la espalda, con un movimiento controladísimo que se quedaba a medio camino entre un abrazo, una caricia y un impulso de atraerme hacia él. Una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo, que fluctuó hasta amoldarse a su contorno aun sin ni siquiera rozarnos nada más que por esa mano y ese brazo, como apoyados por casualidad. Me dirigía como una marioneta y yo me dejaba hacer, sin atreverme a mirarle; no quería que me supiera derrotada antes de empezar a jugar. 

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Nos acompañó a Sonia y a mi a una mesa, nos retiró caballerosamente el asiento y nos dijo: “guardadme sitio que ahora vuelvo”. No hizo falta. En nuestro mundo laboral, de la totalidad el 98% eran hombres, casi todos mayores; y del 2% restante, mujeres menores de 40 sólo estábamos 3…. Así que les aburríamos y no se querían sentar con nosotras, porque hablábamos de nuestros trapos y nuestras cosas y no de trabajo, fútbol o de cómo chuparles el culo a los jefes. Así que Paolo se sentó a mi lado y yo estaba al lado de Sonia. De pronto se metió en una animada conversación con el de su izquierda y yo no daba crédito, cachonda como estaba. Poca vergüenza…. Hasta que noté una mano acariciando la cara interna de mi muslo. Abrí las piernas por impulso, sin pensarlo mucho, y me puse a hablar como si tal cosa con Sonia. La mano de Paolo subía sin parar hasta detenerse abruptamente por la sorpresa de notarme sin bragas, húmeda ya más de lo conveniente. Supe que sonreía, a pesar de su conversación con el de al lado, y yo también sonreí para mis adentros sin dejar de hablar con Sonia. “A ver hasta dónde es capaz de llegar” hasta el final, como pude comprobar. Empezó a masturbarme suavemente y yo decidí dejarme ir y disfrutar. 

La comida empezó a salir, plato tras plato, y nosotros comimos como pudimos. Yo aguantando el orgasmo, Paolo masturbándome lenta y confiadamente, llevándome una y otra vez al borde del éxtasis para retroceder antes de terminar. En el postre, tomé las riendas de la situación, cerré las piernas y anuncié: “Voy al servicio, ahora vengo.” Y no me giré a mirar. Efectivamente iba al servicio, pero al volver vi la luna llena y gorda iluminando la nieve sobre la playa, reluciendo sobre el agua, y no me pude contener. Me eché por encima el chal de lana que llevaba sobre los hombros, abrí la puerta de la terraza y salí al exterior. Hacía un frío de muerte, pero estaba tan caliente que no lo noté. Hice salir el vaho de mi boca, me encantaba la sensación que dejaba el aliento caliente fundiéndose con el aire frío, expeliendo nubes de vapor. 

-¿Saliste a fumar?- 

Dí un respingo. Era la voz de Paolo, que me miraba desde una pequeña elevación de la playa. 

-No, sólo era el vapor al respirar. Hace un frío de muerte- sonreí tímidamente. 

En 2 zancadas tenía a Paolo a mi espalda, abrazándome, agarrando mis brazos por delante de mi cuerpo en su abrazo y pegándose fuerte contra mi, al tiempo que su boca buscaba la mía. El beso fue brutal. Desplegó toda la energía contenida durante todos esos meses, liberándola en una explosión de deseo que nos dejó a los 2 atontados. Me dejé hacer, ya no tenía ni ganas de jugar, así que cuando me arrastró debajo de un árbol y me instó a tumbarme en el suelo, sobre la arena de la playa libre de nieve gracias a las ramas del árbol, no dudé ni un segundo. Me senté, me apoyé sobre mis codos con las piernas flexionadas y entreabiertas y le sonreí pícaramente…. 

-Si a ti te gusta cómo llevo yo las camisas, más me gusta a mi descubrir que tú no llevas bragas- y enterró su cabeza entre mis piernas. 

No tardé en empezar a gemir, primero contenidamente, cada vez de forma más audible, disfrutando de lo que Paolo me hacía, del vaho saliendo de mi garganta. Cuando se tumbó sobre mi, el frío dejó de existir. Me embistió de una vez y nos fundimos en uno, moviéndonos lentamente, dándonos calor. Cuando dijo en voz más alta de la suya habitual “mia cara”, me corrí. No pude aguantar más el deseo que me provocaba él, su cuerpo, su voz y ese acento italiano que me volvía loca. 

Me miró sonriendo y yo, despeluchada, le devolví la mirada. 

-¿Entramos dentro?- me dijo. Casi me tiene que arrancar, estaba aterida de frío. Una vez en la puerta del hotel nos separamos y colocamos y entramos cada uno por nuestro lado. 

Como siempre, empezaron las copas, la música y todo el mundo entraba y salía del hotel para poder fumar tranquilamente en la terraza. Y también como siempre, Sonia y yo nos quedamos las últimas riéndonos con los compañeros también de siempre. A la 1 de la mañana nos cortaron la fiesta y decidimos irnos a dormir. Ellos, caballerosos, nos acompañaron a la habitación y se fueron. “Menuda noche” pensé yo, todavía en una nube. No acababa de percatarme de eso cuando noté que llamaban a la puerta. Al abrir, descubri a Paolo apoyado en el vano, sonriéndome. No tuvimos que decir nada. De una zancada lo tenía dentro y me estaba besando apasionadamente. De mi vestido caía todavía arena de playa ya seca y por mis piernas resbalaba el producto de mi violenta excitación. Casi no nos dimos cuenta de que golpeaban la puerta nuevamente. Paolo se escondió en el armario y yo, ocultando mi desnudez, abrí la puerta pensando que era Sonia que se había olvidado alguna cosa. Era Raúl, uno de los jefazos de la empresa. 

-¿Me invitas a la última? – mi repentina mudez lo envalentonó y entró apartándome de un ligero empujón. 

Cuando llegó al medio de la habitación, hizo un recorrido visual que no dejaba lugar a dudas de que ahí había alguien más. La chaqueta de Paolo que reposaba en la silla junto con su corbata, los zapatos bien colocados a los pies, una camisa masculina tirada en el suelo, mi vestido hecho un burruño en un rincón…. Raúl se giró y me miró a los ojos con aire interrogante y con una mirada de cerdo difícilmente disimulable. Yo estaba completamente desnuda. 

-Claro que te invitamos-no sé qué me sorprendió más, si escuchar la voz de Paolo o lo que acababa de decir. 

Raúl sonrió y sin mediar palabra comenzó a desnudarse mientras Paolo sacaba unas cervezas del minibar. Yo estaba clavada en el suelo, sin saber qué hacer o qué decir. Se había descontrolado todo y mi cabeza iba a toda velocidad. ¿Pero qué cojones hacía yo sola con 2 jefazos de la empresa? La joven promesa y el líder de la compañía…. Madre mía, y yo en pelotas. Empecé a temblar violentamente y Paolo, que se dio cuenta, dejó las cervezas y me agarró por la espalda. Ese gesto me hizo recobrar temperatura inmediatamente, el notar sus poderosos brazos, su polla apretándose entre la raja de mis nalgas, creciendo… Giré la cabeza hacia atrás y comenzamos a besarnos violentamente. Unas nuevas manos comenzaron a tocarme entre las piernas. No quise abrir los ojos, sólo disfrutar de las sensaciones que me provocaban. Cuando sentí una lengua lamer mi hendidura en toda su extensión, un inmenso jadeo salió de mi garganta. Me separé del beso de Paolo y miré; ahí estaba Raúl, de rodillas, lamiéndome el coño agarrado a mis muslos. 

Paolo se separó de mi y me tomó de la mano, llevándome hacia la cama y dejando a Raúl de rodillas. Se tumbó bocarriba y supe lo que tenía que hacer, lo que me llevaba pidiendo el cuerpo meses. Me senté encima de él y me ensarté su polla con maestría, de un golpe. Le cabalgaba despacio, sintiendo toda su polla dentro de mi. Nos mirábamos fijamente a los ojos y ver el deseo en los suyos me enardeció. A mi y a Raúl, que entendiendo lo que pasaba se colocó detrás de mi y empezó a jugar con su polla y sus dedos, abriéndome el culo poco a poco, introduciéndose lentamente dentro mi. Cuando los tuve a los 2 dentro, creí volverme loca. Raúl, agarrado a mis tetas con las 2 manos, me embestía sin piedad pellizcándome los pezones. Paolo se agarraba a mis caderas para no dejar que su polla se escapara, para disfrutar de mi coño y del roce de otra polla contra la suya. El orgasmo me sobrevino de golpe, con una fuerza inusitada, casi animal, y aunque Raúl me tapaba la boca no pude dejar de gritar. Me daba igual que me oyeran, estaba fuera de mi y había olvidado todo sentido de la prudencia. Eso le volvió loco y noté que se corría dentro de mi culo, con su mano todavía en mi boca. Se la mordí y él no fue capaz de sacarla. Paolo, a su vez, seguía penetrándome con fuerza agarrado a mis caderas. Tardó un segundo más que Raúl en correrse, él lo hizo cuando terminó el otro, con sus ojos puestos en nosotros, que le observábamos con nuestras caras de placer, después de nuestro orgasmo. Cuando acabó me atrajo hacia él. Me tumbé y rodé de lado, abrazándome a su pecho y pasando una pierna por encima de él. Raúl hizo lo mismo y se tumbó a mi espalda, acoplándose perfectamente a mi. 

-¡Me cago en la puta! ¿pero cómo ha llegado esto aquí? –Raúl apartaba de la cama los restos de arena de playa que nuestros cuerpos desprendían. Paolo y yo, con mirada cómplice, nos sonreímos y no dijimos nada.

4 comentarios:

  1. Es tan bueno que en vez de fantasía parece real

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  2. A veces no se sabe lo que es real y lo que es ficción... Sea lo que sea es un excelente relato!!

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  3. Cosas reales se mezclan con imaginadas... Me suele pasar. Gracias por vuestros comentarios!

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  4. Tu dorado pubis,
    nido de mariposas,
    en éxtasis...



    Muy buenas Lady un relato excelente...
    un bss.

    AmanteDeL69 de (SwingerSpain)

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