Hoy amanece un día precioso en Madrid. Y a mi se me plantea un nuevo dilema: hacer o no efectivas mis fantasías. Y lo mejor: ¿cómo? Por más que le doy vueltas sé que no tengo solución. Soy una tímida patológica. A mi me mandan de vacaciones sola a una playa llena de gente y o se me acerca alguien y me da palique o me vuelvo al cabo de un mes sin haber cruzado palabra ni con la palmera del paseo. Quién lo diría, ¿verdad? Pues es verdad. Así que siempre, para correrías varias, me gusta ir acompañada por alguien conocido. Pero en cualquier ámbito, ¿eh? cuando menos en el terreno sexual. Eso de las macroquedadas con gente que no conozco de nada no es lo mío, y menos si son quedadas con gente que has conocido en un ambiente un poco llamémoslo raro. En el fondo todos deben estar pensando cómo te la van a clavar y qué guarradas estás dispuesta a hacer. Tierra trágame, diría yo.
¿Se puede ser más subnormal? Probablemente no soy la única a la que le pasan estas cosas, pero la superación de este hecho me parece cuando menos ciencia ficción, porque he sido así toda mi vida. A veces le echo huevos y momentáneamente parece que me he vuelto la tía más echada para adelante que hay, pero son las menos veces. Así que tendré que ir practicando y pidiéndoles a mis contertulios paciencia, porque no les queda otra.