jueves, 26 de abril de 2012

La pianista y el piano

Sentada al piano, toco un nocturno de Chopin. Acaricio las teclas, mis manos se deslizan sobre esa superficie tan fría y me la devuelven cálida al tacto, suave y dura a la vez. La música llena la estancia en penumbra, me envuelve en su ronroneo conocido, tan melódico, tan sensual.... giro un poco la cabeza para apartar ese mechón de pelo rebelde que hace las veces de flequillo, que siempre tengo en la cara y que me impide ver. Aunque no hace falta que vea nada, porque toco con los ojos cerrados, dejándome ir por los sonidos, embriagándome de las sensaciones que en mi provoca tocar el piano así. Cambio a Bach, tan rápido, tan repetitivo y los arpegios suben y bajan uno detrás de otro; se encadenan, juegan en mis manos, en las puntas de mis dedos, cada vez más rápido, hasta llegar a un fabuloso clímax y paro, sudando, no sé ni dónde me encuentro.

La habitación está en penumbra en esa calurosa tarde-noche de agosto, pero aun así hace mucho calor. Estoy sudando y las gotas de sudor resbalan por mi nuca hasta el hombro, escurriendo alguna por la clavícula, hasta llegar a mi seno derecho, que tan sólo está cubierto por una fina camisola de hilo. Vuelvo a posar la vista en el piano y continúo por Beethoven Sonata #1 In F Minor y el Allegro me lleva otra vez al trance. De repente, lo noto. Sé que está ahí... su olor, tan familiar como la música que toco... pero no me hace perder la concentración. Sigo y sigo tocando, cada vez más frenéticamente. El olor se acerca y me golpea fuertemente, llevándome a lugares que hacía mucho no visitaba.

No noto el primer contacto de sus manos en mis costados. Está arrodillado detrás de mi, acariciándome. Suben y bajan, se detienen en el comienzo de mi pecho y vuelven a bajar hasta mis caderas. En un último giro, el allegro acaba abruptamente y me quedo quieta, jadeando, sin mover un músculo salvo por mi respiración. Pega su cara a mi espalda y me echo hacia atrás, como reconociéndole y él me rodea con sus enormes brazos. Permanecemos así unos segundos hasta que mi respiración se hace regular; ha sido tremendamente parecido a un orgasmo y sigo en trance, ida, notando el fluctuar de las ondas que emanan los objetos y los cuerpos que me rodean.

Y vuelvo a notarlo. Noto otra presencia dentro de la sala, más fuerte, más poderosa. Y es extraña y desconocida, lo que hace que mi cuerpo se tense en alerta. Estoy tremendamente sensible a los estímulos externos y hace tanto calor.... él lo nota y me empieza a acariciar de nuevo. Pega su boca a mi cuello y me susurra, apartándome el pelo: "sshhhh, ssshhh" mientras acaricia mi cabeza, que cae ladeada sobre mi hombro izquierdo. "Tranquila".... y me relajo, porque sé que todo va a ir bien.

Sigo con los ojos cerrados, pero siento cómo dos personas se sientan una a cada lado de mi en la banqueta alargada de mi piano. Noto el calor que emana de sus cuerpos, sus olores y la intensidad del deseo que les ha provocado la escena. Y se crea como un círculo mágico, casi místico.... el cuerpo me pide seguir tocando para no romper esa magia, así que a ciegas, coloco las manos sobre el piano y arranco con Satie Gymnopedie nº1, una de mis favoritas. Sigo en trance, pero empiezo a notar cómo varias manos acarician mis muslos, desnudos; otras manos más conocidas alzan mi camisola de hilo y levanto brevemente los brazos para ayudarle a sacarla, sin perder la concentración en la música, ni en las manos que siguen acariciando mis muslos, que suben por mi vientre, que se hacen con mis pezones....

Acaba la pieza y vuelvo a quedar con los ojos cerrados, laxa, moviéndome al son de las ondas que mis compañeros desprenden de sus cuerpos. Para mi sorpresa, noto que uno de ellos es una mujer... ese ligero olor dulzón, esa delicadeza. Giro la cabeza hacia ella y abro los ojos. La penumbra desdibuja sus rasgos, pero es una mujer, sin duda, y está completamente desnuda a mi lado. Nota que la miro y se inclina sobre mi para besarme. Nuestros labios juegan a reconocerse, a acariciarse, a humedecerse poco a poco. Las lenguas, tímidas, van entrando en contacto con lentitud. El hombre que está sentado a mi lado me agarra de los pechos mientras, los acaricia, presiona los pezones cada vez con más fuerza, como a mi me gusta... El otro, el que es tan conocido y familiar, me ha soltado e intuyo que está ocupándose de mi compañera. Pero nosotras seguimos enlazadas, jugando con avidez con las lenguas, acariciando nuestro pelo, nuestro cuello....

Ellos, ansiosos ya por tenernos, nos separan abruptamente de nuestro beso. Sorprendida, miro hacia mi compañero, que me sonríe encendido de deseo, los ojos brillantes. Y me besa, profundamente, sentado como está a horcajadas en la banqueta. Mis piernas reposan sobre su muslo y él me atrae hacia sí, mientras sigue besándome. Su lengua es puro fuego y no tardo en pasar del trance a la excitación más extrema. Me sacude con violencia y me recorre el cuerpo entero como una descarga eléctrica. Abro los ojos y veo al hombre tan familiar detrás de la mujer. Sus ojos me miran fijamente a través del negro pelo de ella y me están sonriendo, diciéndome: "lo ves? es nuestra fantasía, y te está encantando".

El deseo no me deja decir nada, tengo mi garganta atenazada y ese calor tan agobiante... sus manos, sus labios, su lengua... recorren mi garganta, mis pezones endurecidos, los muerden. Echo mi cabeza hacia atrás y me dejo ir, por primera vez en mucho tiempo, me dejo ir. Cuando sus manos se adentran entre mis muslos siento que el orgasmo llega de improviso, de repente, sin poder hacer nada por contener las enormes oleadas de placer que me abarcan entera. Apoyada mi espalda contra su pecho, mi cabeza reposando en su hombro, dejo que las sacudidas remitan lentamente, me abandonen y me abandone la consciencia. Mi compañero me acaricia y me besa, sorprendido; no se explica que haya conseguido tanto por tan poco. Me acuna en su pecho y poco a poco voy abriendo los ojos, al runrún de los gemidos de ella que, a cuatro patas y agarrada a la banqueta, soporta estoicamente las embestidas de su compañero.

La visión me enardece y tensa mi espalda. Mi compañero lo nota y me mira, interrogante, pero no le doy tiempo a preguntar. Agarro su nuca y le beso violentamente, con rabia, como si quisiera devorar su alma. Él no espera más. Me levanta en volandas y me sienta en el piano, sobre las teclas, y me clava la polla hasta dentro, con furia. Grito de dolor y eso le excita todavía más, así que se agarra a mis caderas y me folla con fuerza sin apartar sus ojos de los míos. En ese momento escuchamos como la mujer se corre "así, asiiiii". Mi acompañante entonces se vuelve loco y me folla como si le fuera la vida en ello. La mujer queda desmadejada sobre la banqueta y él, el que es tan familiar, viene a mi lado y me dice al oído: "has visto cómo se ha corrido? Cómo he hecho que se corra?" una punzada de celos me atraviesa el estómago, a la vez que mi compañero se corre entre gruñidos.

Cuando se aparta, me quedo expuesta, sentada en las teclas de mi piano, con las piernas abiertas apoyadas en la banqueta. Él me sonríe, sabe que ha provocado mis celos, sabe que quiero ser la única y que no quiero serlo. Sabe que esa contradicción vive en mi. Y él me mata de celos siempre que puede. Estoy tan cachonda como cabreada y él lo sabe y aprovecha. Ocupa el lugar del otro y me penetra lentamente, metiendome la polla hasta el fondo. El polvo es suave e intenso y no tardamos en corrernos a la vez, atrapados por el ambiente, por las ondas que nos envuelven y nos unen. El orgasmo es brutal y la sincronía perfecta. Al acabar, nos miramos a los ojos y nos besamos con ternura. Y pienso... "ha sido el mejor, sin duda" mientras siento cómo la electricidad me va abandonando.

2 comentarios: